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Incursión en la nostalgia que gira hacia el horror

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Una carrera dedicada a explorar los miedos y las obsesiones. Foto: EFE

El principal problema con Stephen King, a esta altura de su carrera, es el carácter abrumadoramente torrencial de su producción. Lleva escritos varias docenas de libros, algunos de ellos tienen miles de páginas, y nada indica que tenga intenciones de parar.

Para un lector que lo aprecia pero que no es un fanático suyo (o que no lo considera, digamos, Jorge Luis Borges) ello puede ser un problema. Sencillamente, King no tiene derecho a exigirle a su lector que lo lea todo, que le dedique varias semanas a una novela como Under the Dome, o que regrese otra vez al mundo de La torre oscura para saber que está contando más o menos lo mismo.

Cuando se contiene, Tío Steve resulta sin embargo más estimulante. Hace no tanto (¿habrán pasado ya cuatro o cinco años) se las había arreglado para proporcionar los inquietantes relatos de Todo oscuro, sin estrellas, o incluso una novela larga y atrayente como Duma Key, que devolvían una capacidad para el escalofrío que recordaba algunos de sus mejores comienzos (Carrie, El resplandor, La hora del vampiro, La zona muerta). Con esta Revival se ubica un poco más abajo, digamos a mitad de la tabla, lo que es decir bastante más arriba de cosas como El cazador de sueños.

En realidad, Revival está a mitad de camino de casi todo, y por eso puede generar algunos desajustes iniciales, aunque una vez que uno se ha metido en el libro lo sigue leyendo sin parar. En cierta forma es un híbrido, con un toque de autobiografía y seminostalgia que arranca con la niñez del protagonista en los sesenta, su amistad con un extraño religioso, su descubrimiento de la música, la sexualidad y la droga, su creciente distanciamiento de las formas más fundamentalistas de la religiosidad norteamericana de pueblo chico.

No hay que contar mucho lo que pasa después, porque la sorpresa forma parte del juego. La horrible jugarreta del destino que cambia el carácter del religioso, el reencuentro posterior con ese personaje que ha sufrido un vuelco esencial, y una inquietante irrupción de lo sobrenatural, cambian totalmente el tono del relato y generan algunos sacudones legítimos. Se ha afirmado con alguna exageración que los últimos tramos proporcionaban "uno de los más terroríficos finales" que King haya imaginado en su vida, pero eso lo dijo alguien que no recuerda Cementerio de animales.

Dista de estar mal, de todos modos, aunque para los seguidores de King puede ser más interesante retener la lista de nombres a los que el autor reconoce al inicio como sus principales influencias y admiraciones: Mary Shelley, Bram Stoker, H.P. Lovecraft (hay algo bastante "lovecraftiano" en el final), Clark Ashton Smith, Donald Wandrei, Fritz Leiber, Shirley Jackson, Robert Bloch, Peter Straub. El crédito más interesante se ocupa de Arthur Machen, de quien King reconoce que "su novela breve El gran dios Pan me ha obsesionado toda la vida". Hay que reconocer que Steve es un buen lector.

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Una carrera dedicada a explorar los miedos y las obsesiones. Foto: EFE

En Revival, Stephen King mezcla clima de pueblo y miedo

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