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Cuando el cuerpo es obra y asfixia

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Temporada #3, Subte

Artes plásticas

La Temporada #3 del Subte irá hasta el 16 de setiembre

Temporada #3, Subte
Temporada #3, Subte. Foto: Saly González gentileza Subte

Las propuestas del Centro de Exposiciones Subte son siempre desafiantes y la Temporada #3, que estará hasta el 16 de setiembre, no es la excepción. Ahí no hay tal cosa de agradable o desagradable a la vista, ahí hay ideas pensadas y que invitan, a la vez que interpelan al visitante.

Entre el pienso y la búsqueda (o no búsqueda) estética, hay algo que también hacen de característica casi constante en estas obras: la tensión, la incomodidad de estar frente a algo que sabemos que en algún punto nos representa.

Sucede, por ejemplo, con la obra “Síndrome de Diógenes”, de Santiago Grandal. El artista contrapone la inocencia de la niñez, representada por una casa de juguete, contra las complicaciones de la adultez, en parte, como ya se sabe, causadas por la tendencia a tenerlo todo y a llenar vacíos con lo material: la casa está desbordada de objetos de la vida cotidiana.

Sucede algo similar con Retrato de familia, de Ana Laura Lujan. Una obra materialmente simple: una mesa de madera destartalada con un equipo de sonido dentro que emite la voz de una mujer que, metafóricamente, se esconde. La intención es reflexionar sobre el asedio y la presión que generan las miradas constantes. Funciona.

Esta exposición, dice la presentación oficial, “se encuentra desarmada de toda propuesta curatorial”, pero en todas las obras se nota, aunque sea en un mínimo, una apelación al comportamiento humano, con sus vicisitudes, con sus divergencias, sus rosas y sus grises. El “Jardín improvisado” de Colette Hillel le aporta un poco de frescura al visitante y pone en juego su subjetividad para que interprete y sienta como le parezca.

Eso sí, a quien visite el centro Subte miércoles o domingo entre las 16.30 y las 18.30, se encontrará con el punto álgido de la tensión. En la Sala M, se puede ver “René”, una performance realizada por Luis Flieller y Pablo Auliso.

En un extremo de la sala, cubierto de piso a techo por una tela cuadrillé, está el personaje, René, atrapado por esos límites a los que pertenece. El cuadrillé, que también cubre a René de pies a cabeza, asfixia, a él y al público, que silencioso se cautiva esperando a ver si por fin desatará todo y se irá o si seguirá prendido ante esos límites. En la performance, el único respiro para el que mira es la voz de una chica, que como si fuera del público, canta con una dulzura, es casi una ironía, grata, pero ironía al fin.

Y también, aunque hay puntos en común, la decisión no curatorial de esta muestra permite ver la diversidad de inquietudes que mueven al arte y al mundo. 

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