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Borges, desde este lado del Plata

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A 30 años de su muerte, una mirada a los vínculos que unieron al escritor con el Uruguay.?

Jorge Luis Borges tuvo una relación muy particular con Uruguay, que incluía lazos de parentesco, visitas, conferencias en Montevideo, vínculos afectivos y un culto por el pasado histórico en común. Y a su vez, muchos artistas uruguayos se vincularon al eximio poeta, cuentista y ensayista argentino, a través del cine, la actuación, la dramaturgia y el ensayo.

Ahora, a 30 años de la muerte del siempre polémico y admirado escritor, El País repasó algunos de esos juegos borgeanos.

Enrique Estrázulas, fallecido en marzo pasado, fue uno de los más audaces, puesto que en Borges y Perón se animó a escribir una pieza teatral en la que el autor de El Aleph aparecía en el escenario para protagonizar un mano a mano nada menos que con el líder argentino. La audacia tuvo dos actores de trayectoria que la defendieron bien, los argentinos Víctor Laplace y Duilio Marzio, obviamente este último en el rol del escritor. Y como Marzio reconoció una vez a la prensa, su personaje recreaba correctamente a Borges, aunque lógicamente el texto no pudo reflejar la proverbial facilidad de palabra y el juego de asociaciones mentales del que solía hacer alarde, con aparente humildad, el genial escritor.

Varias veces la obra de Borges fue volcada a los escenarios montevideanos, tarea que en general resulta riesgosa. Una de esas experiencias fue El hombre de la esquina rosada, que Walter Reyno dirigió en el Teatro Circular hacia la década del 2000.

Pero fue el actor Roberto Jones quien mejor se aproximó al complejo escritor, al que interpretó en cine y en teatro. En el primero lo encarnó en un documental para la BBC en el que participó el propio escritor, a principios de la década de 1980; esa experiencia fue volcada pocos años atrás en la obra teatral La memoria de Borges, unipersonal de Jones sobre texto de Hugo Burel.

El actor recuerda, en diálogo con El País, al poeta con implacable franqueza: "En la conferencia tenía la misma voz que luego cuando hablaba contigo comiendo. No era un disertador. Sí era un actor cuando recitaba, aunque decía muy mal sus poemas, les daba como una entonación —como un canto— muy falsa".

En el terreno de las letras, varios autores locales ofrecieron su mirada del prestigioso literato. En ese aspecto, quizá el libro El Uruguay de Borges, de 2001, del profesor Pablo Rocca, sea uno de los trabajos más específicos y completos.

Como señala Rocca a El País, "la insistencia del escritor en llamar Banda Oriental al Estado uruguayo deja al descubierto una preferencia por dos palabras de resonancias épicas, quizá más hermosas que el excesivamente topográfico y confuso República Oriental del Uruguay, o el más sintético e impuesto Uruguay".

Efectivamente, son varios los autores consultados que señalan ese gusto de Borges de llamar al Uruguay como la Banda Oriental, tierra que, como señala Ruben Loza Aguerrebere, el escritor argentino estaba especialmente vinculado, por afecto y por lazos de familia. "Borges sentía profundo afecto por Uruguay. Lo revelan sus propias palabras: Me he criado en Buenos Aires, en Palermo y Adrogué, y en Montevideo, en temporadas largas, en los veranos de aquella época, que duraban como tres meses. Así que quiero mucho a Montevideo, a mis amigos orientales, al hotel Cervantes", cita Loza Aguerrebere, quien señala el gusto de Borges por decirse medio oriental, a través de su abuelo el coronel Borges, nacido en Montevideo, así como de las familias Haedo y Lafinur.

Carlos María Domínguez, escritor argentino radicado en Uruguay, aporta una visión complementaria del asunto. Borges sentía "cariño y agradecimiento por los días pasados en Uruguay. También una atracción más literaria, de la mano de William Hudson y La tierra purpúrea, por la interpelación de los ritos del coraje a la sociedad industrial".

"Creo que encontraba en Uruguay el espejo vivo de sus admiraciones criollas, épicas y literarias, con el orgullo de reivindicar una pertenencia previa a la constitución de las repúblicas en el Río de la Plata, que entendía y vivió como una unidad", agrega Domínguez, quien recuerda unas imágenes fílmicas muy asombrosas de un Borges joven, disfrazado de enfermo psiquiátrico, en una valiosa y poco difundida película de Enrique Amorim, filmada en Salto, ciudad de la que Borges supo ser ilustre visitante.

Desde la Facultad de Humanidades, el profesor Emilio Irigoyen suma una reflexión en esa dirección. "Para Borges Montevideo era algo así como un Buenos Aires del pasado, y que él añoraba, o que al menos le gustaba encontrar en el presente a este lado del río".

Dada esa afinidad que Borges sintió por Uruguay y su pasado, son varios de sus relatos y personajes que se ubican de este lado del río. "En sus ficciones, el cuento Funes, el memorioso, el memorable personaje vivió en Fray Bentos, también el compadrito Benjamín Otálora, en el cuento llevado al cine, El muerto, y los dos gauchos de Cerro Largo en El otro duelo", cita Loza Aguerrebere, destacando que Borges sabía de memoria los versos de su amigo Emilio Oribe, entre muchas referencias que vinculan al poeta con la cultura oriental.

"Uruguay se manifiesta en su obra como paisaje, como cita oculta y hasta como mención precisa de gentes y lugares", explica Rocca, y cita el texto borgeano Milonga para los orientales, donde se leen los versos: Como los tientos de un lazo, se entrevera nuestra historia, esa historia de a caballo, que huele a sangre y a gloria.

"Creo que fue sensible al paisaje y al nombre de las cuchillas, que variaban el horizonte abstracto de la pampa argentina. Y a la ciudad de Montevideo, que nombró en un poema, con prodigiosa pertinencia, como una puerta falsa en el tiempo. La primera lectura del verso conduce al consuelo de recuperar un pasado perdido en la vertiginosa Buenos Aires, pero abre también una lectura más honda sobre la compleja relación de la ciudad con las ilusiones y el tiempo. No miró el Río de la Plata de este lado. Se quedó con la imagen porteña, que lo llevó a decirle río de sueñera y barro", remata Domínguez.

El vínculo de Borges con Uruguay, solía decir el propio escritor, era desde su misma concepción ocurrida, decía, en la estancia de un pariente paterno, Francisco Haedo Suárez. Con esa rama familiar también pasó algún verano en Paso Molino y a través de ella conoció a Amorim. Y también fue un lector dedicado a la obra de poetas como Fernán Silva Valdez y Leandro Ipuche, recuerda Pablo Rocca.

Todos ellos, quizás, se encontraron con él, cuando el 14 de junio de 1986, en una Ginebra tan lejos de la Banda Oriental, moría Jorge Luis Borges, aquel que tenía tanto de uruguayo.

Paseando con el poeta en una Ami 8 por la rambla de Punta del Este en el verano del 81.

"Siempre tenía una expresión como mirando el horizonte, y daba buenas fotos. Posaba cuando sabía que lo fotografiaban. Era fotogénico, más por el personaje que por su propio porte", recordó el fotógrafo Andrés Fernández, al evocar instancias en las que hizo fotos de prensa a Borges. "Lo conocí en Punta del Este, en el verano del año 81, cuando vino a una conferencia en Convention Center del Arcobaleno. Yo cubría la temporada con otro fotógrafo, Fernando di Lorenzo: sabíamos que era difícil que diera una nota, así que tendimos redes por si alguien lo veía, nos avisara. En la tarde siguiente, un mozo del boliche Oasis, en Gorlero y la 25, nos avisó que Borges estaba allí", contó Fernández sobre su primer encuentro con el poeta.

"Esa misma tarde Borges le pidió a Di Lorenzo si le mostraba Punta del Este. El fotógrafo tenía una camioneta Ami 8 y con Borges y María Kodama salimos a pasear por el balneario. Paseamos por el puerto y la rambla de la Brava, y a la altura de San Rafael en un kiosco, Di Lorenzo le compró caramelos. Luego pasamos por la Azotea de Haedo, donde se hacía una transmisión para radio Carve. Cuando Borges se dio cuenta de que había mucha gente, casi a los gritos dijo Sacame de aquí. Terminamos en IMarangatú, donde apareció un fotógrafo argentino que lo llamó Gorgi. Borges se calentó y se terminó el paseo. Esa vez no saqué ni una foto, ya que las hizo todas Fernando y yo fui su ayudante".

El segundo encuentro fue a fines de ese año en el Hotel Crillon. "Esa fue mi revancha, ya que la vez anterior no le tomé ni una. Cuando llegamos Borges estaba en el restaurante del hotel, desayunando y esperándonos, esta vez solo sin Kodama. Me asombró cómo se manejaba con los utensilios de la mesa. Y me sorprendió cómo describía las ciudades del interior de Uruguay con mucho detalle, como Mercedes y Salto".

ARTE Y EXPOSICIONES

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