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Un autor es la suma de sus ideas literarias

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Foster Wallace es considerado uno de los grandes escritores estadounidenses. Foto: M. Ettlinger

Se acaba de editar una antología de David Foster Wallace.

Portátil (Literatura Random House, 790 pesos) tiene propósitos diferentes para lectores diferentes. Para los casuales es un sólido pero compacto “grandes éxitos”: un David Foster Wallace light. Después de todo, es más conocido por La broma infinita, una novela de mil páginas, es decir unas 400 páginas más que esta colección.

Como para revisitar, o conocer, a Wallace, quien se suicidó en 2008, sirve como un recuerdo de lo transgresor que podía llegar a ser. Para los profesores de literatura, es un libro de texto dirigido a estudiantes sin ortodoxia que pueden ir más allá del caparazón de la reputación de Wallace y leer su trabajo con ojos frescos.

Los editores han tratado de abarcar toda la gama de sus talentos, sabiendo de antemano lo imposible de la tarea. Todo lo que pueden hacer es ofrecer una selección de sus obras de ficción (extractos que acá ocupan la mitad exacta del volumen), y luego agregar una muestra de su vasta obra de no ficción y periodismo.

El material novedoso que une la brecha entre ficción y no-ficción suena más excitante de lo que es. Es una selección de los programas de cursos de Wallace como profesor (Renata Adler, George Saunders, J.D. Salinger y Joan Didion estaban entre los escritores que enseñaba) y los correos electrónicos lleno de vericuetos gramaticales que intercambiaba con su madre y colega profesora, Sally Foster Wallace.

Leer los programas de clase de Wallace convoca el deseo de escucharlo enseñar su propia obra. Rutinariamente le pedía a los alumnos que nombraran piezas literarias que significaran algo para ellos y “expliquen qué es lo que le llegó tanto, si es que pueden”. Hacía lo mejor que podía para conseguir una respuesta honesta. Y era mucho mejor discutiendo la buena escritura que armando ejemplos de mala escritura. Sin embargo, a pesar de lo desarticulados que son los extractos de ficción incluido en esta antología, enfatizan que aun la única falla de Wallace, la logorrea, era en realidad una virtud discreta.

Portátil podría haberse beneficiado por una ensayo biográfico que agregase algo de contexto sobre su vida y su tiempo. El lector no debería extrapolar desde la ficción, pero él hizo todo lo posible para que eso fuera bastante inevitable. Sí, fue un as del tenis en sus años de estudiante, tanto que fue una de las experiencias más eufóricas de su vida. Sí, también luchó (y finalmente perdió) una larga y terrible batalla con la depresión.

La edición en español que presenta Random House incluye comentarios de lectores famosos como Andrés Calamaro -quien incluye dos textos poéticos sobre el autor- y los escritores Alberto Fuguet, Leila Guerriero y Rodrigo Fresán. A diferencia de la edición original (editado en 2014 como David Foster Wallace Reader) la sección de ficción de Portátil no incluye sus novelas, sino que, como se aclara en el subtítulo compila “relatos, ensayos y materiales inéditos”.

En todo caso, Random House acaba de editar La broma infinita (990 pesos) seguramente su novela más importante. También en librerías, buscando se puede encontrar El rey pálido, otra de sus novelas importantes.

Pero aunque quedan fueran esos textos fundamentales (que en todo caso, y como quedó claro en la edición, deberían haber sufrido una severa mutilación), Portátil aporta una clara visión del virtuosismo de Wallace ya sea como un fantaseador, un maximalista, un eticista (en su no-ficción), un turista (en el crucero Zenith, al que mentalmente rebautizó Nadir, en su clásica pieza de viajes en Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer) o un agudo crítico cultural.

Algunos lectores, con el apetito abierto por alguno de estos textos, podrán irse de esta colección listos para revisitar la literatura de Wallace en su estado natural.

El eterno femenino de una imaginativa pintora
Foster Wallace es considerado uno de los grandes escritores estadounidenses. Foto: M. Ettlinger

NOVEDADES EDITORIALESEn Base a The New York Times

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