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Arte nuevo de madera vieja

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Foto: Florencia Barre

Una visita al taller de Walter Deliotti, artista que forma parte de la muestra "Bajo la corteza", actualmente en Museo Gurvich.

Walter Deliotti dice que hubiese preferido que no le cambiaran el nombre de la calle en la que vive desde hace más de medio siglo.

Con 91 años, Deliotti parece añorar cuando la calle se llamaba Itacurubí y menciona que ese nombre encajaba con el de otra calle cerca de su casa, también de sonoridad guaraní: Guaremberé.

No es que tenga nada contra José Cúneo Perinetti, aclara. Solo que no parece darle demasiada importancia a ser pintor y vivir en una calle que lleva el nombre de otro pintor, uno de los más importantes de Uruguay.

Tal vez sea que Deliotti es un pintor particular. El artista, que desde ayer forma parte de la exposición “Bajo la corteza” en el Museo Gurvich, recibe a El País en su taller. Ahí, bajo la luz de una ventana hecha en el techo, abundan imágenes constructivistas, formas y colores que siguen emanando de las huellas que dejó Joaquín Torres García en el arte uruguayo.

Muchas de esas imágenes tienen volumen, pero Deliotti no se considera escultor. “No, no...”, dice primero, y empieza hablar de mármoles y piedras. Pero luego se detiene, piensa un poco y empieza paulatinamente a concederse —al menos en parte— la clasificación: “Bueno, sí... Hago algo muy parecido a lo que hace un escultor. Agarro la madera y la trato, como ellos hacen con la piedra”.

Pero no dura mucho la reflexión sobre si es solo pintor o si también es escultor. Cuando charla con El País, Deliotti está a pocos días de inaugurar una de las tantas exposiciones que ha realizado a lo largo de su extensa vida, y parece más ocupado por eso que por disquisiciones sobre sus saberes o inspiraciones.

No es una exposición retrospectiva de su obra, porque como él dice, sigue vivo, y en la exhibición va a presentar piezas recientes. Pero sí participan junto a él tres otros artistas que ya fallecieron: Hugo Giovanetti, Mario Lorieto, Manuel Otero. Todos ellos alumnos en el taller Torres García, donde se conocieron.

Sus compañeros no están, pero él sigue creando, con una actitud vigorosa que resulta llamativa en alguien con 91 años. Deliotti se mueve lento pero seguro en su taller, buscando materiales y herramientas para hacer sus piezas, que arrancan prácticamente siempre con un pedazo de madera vieja. Así le gusta la madera, dice. No la nueva. La nueva no ha vivido, no tiene en sí el paso del tiempo, agrega.

Por eso le gusta, cuando sale a caminar, detenerse en alguna obra en construcción y mirar a ver si descubre tablas u otras formas que pueda usar. Va, le pregunta al capataz qué va a pasar con todos esas maderas que están tiradas y cuando le dicen que irán para el asado, pide algunas.
“Ando por todos lados buscando. Y cuando encuentro soy como la hormiguita que se lleva todo de vuelta al hormiguero, ¿viste? Yo me traigo las maderas. La última vez me traje una cantidad impresionante, fue muy amable el capataz. ¡Y ya las liquidé a todas!”, dice entusiasmado y quiere mostrar una de las piezas, pero ya no la tiene a mano, porque ya está en el Museo Gurvich.

Habrá que ir a la muestra para ver cómo resultó el trayecto de esa madera que iba para el fuego pero finalmente fue a parar a la sala de un museo. “Bajo la corteza” —que tiene la curadoría de Sonia Bandrymer— se inauguró ayer y se mantendrá hasta el 21 de julio.

Foto: Florencia Barre
Foto: Florencia Barre
Walter Deliotti
Walter Deliotti

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