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Álvaro Brechner: “Lo más difícil de hacer cine es elegir bien el proyecto”

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Foto: Nicolás Pereyra

Con casi todos los nominados instalados en Marbella, el viernes comenzó con una conferencia de prensa del actor Antonio Banderas, quien recibió el Platino de Honor.

La sala del hotel Los Monteros se desbordó de medios. Durante la charla, Banderas desplegó humor contando cómo se postuló para un primer papel en Estados Unidos fingiendo ser tímido porque no entendía el idioma: solo había aprendido a decir “I can do it”. Dueño de una productora cinematográfica que ha realizado cine de ficción y de animación -lo que le trajo enormes pérdidas económicas-, el actor latino de 54 años y 93 películas, dijo convencido que “los latinos podemos robarle Hollywood a Hollywood”, y que eso es lo que hay que hacer juntos y organizados. 

Al finalizar la conferencia, se entregaron los Platino del Público a la Mejor Actriz para Érica Rivas (Relatos salvajes), Mejor Actor para Javier Gutiérrez (La isla mínima) y Mejor Ficción para La isla mínima (Alberto Rodríguez). 

Pocos minutos después, el mismo espacio se transformó en un conjunto de sets donde los decenas de nominados se prestaron con una excelente predisposición a ser entrevistados por los medios presentes. Varios de ellos pasaron unas seis horas entre preguntas y respuestas. Los cineastas más solicitados fueron los directores de las obras con más nominaciones, entre ellos Damián Szifron y Álvaro Brechner. Aquí una charla con el realizador uruguayo unas horas antes de saber los resultados. 

—¿Qué opinás sobre la iniciativa de los Premios Platino?

—Cualquier plataforma que ayude a promocionar el cine que se hace en Latinoamérica es buena para nosotros, y sobre todo para concentrar en los medios y el público de nuestro continente lo que está pasando en otros países que parecen muy cercanos, tienen un mismo idioma, pero sufren de una dificultad muy grande en poder hacer que su cine se vea.

—Tu caso es una excepción dentro de este panorama, tanto Mal día para pescar como Mr. Kaplan recorrieron el mundo, ¿por qué crees que interesan en territorios tan distintos?  

—Me considero un privilegiado que ha tenido suerte. Uno pone mucho trabajo también. Trato de no ser muy consciente de lo que pasa, me siento orgulloso pero sobre todo muy agradecido. Siempre que exhibo la película en el extranjero me preguntan cómo se hace cine en Uruguay y yo repito la historia de cuando era chico y dije que quería hacer cine y los propios profesores de Ciencias de la Comunicación se reían de los alumnos que teníamos esa ilusión: era im-pen-sa-ble. A veces uno necesita hacer una balance con uno mismo, reflexionar desde dónde vino y dónde se está. 

—En un momento donde el cine se está convirtiendo cada vez más en una actividad individual, tu película logra reunir a miles de personas en un mismo espacio y recuperar esa experiencia de la sala de cine como una comunidad. 

—Hacés películas porque lo necesitás, porque hay una urgencia muy personal. La verdad es que primero uno hace la película para uno, pero solo existe si hay una audiencia, de hecho el mismo director se convierte en público. Me pasa que veo las películas que hago en los festivales y a veces pienso “qué desastre hice”, o “qué mal esta escena” o “qué bien quedó esto”: depende del estado de ánimo que tengo la recibo distinto, imaginate lo que es eso para culturas tan diferentes. Yo acabo de estar en Alemania pero la semana pasada mostré Mr. Kaplan en Sudáfrica y hace un par de meses en India y en Corea...son lugares muy lejanos. Es maravilloso ver cómo una película rodada en Uruguay puede tener un grado de transportar no solo geográficamente sino emocionalmente a un público. 

—Llevás casi un año viajando. 

—Estoy destruido. 

—¿Cómo te afecta creativamente? 

—Es muy agotador pero también te enriquece. Poder interactuar con gente tan distinta que piensa de forma tan distinta, despierta la creatividad. Este proceso para mí es un privilegio, es algo que sucede pocas veces y uno tiene que saber sacarle provecho. No es fundamental que yo la acompañe porque ya está hecha, habla por sí sola y el director queda fuera de control, pero en el ir con la película hay algo de terminar de entender qué carajo uno quiso hacer cuando empezó a pensar en esa idea. Esto me sucede recién en esta etapa, cuando la película recorre mundo. 

—¿Ya lo entendiste?  

—Es que el entendimiento tampoco es completo. Hoy lo entiendo de una manera que mañana quizás cambie y se va reformulando todo el tiempo. Para mí el cine es una magnifica oportunidad para poder, mientras uno está trabajando, aprender de su condición humana. Cuando uno hace cine está cuestionandose a sí mismo, y yo estoy agradecido con eso.  

—Con tanto viaje te habrán ofrecido filmar en otro país.   

—Sí, claro. Pero el problema no es tanto dónde se filma sino qué es lo que se filma. La decisión más difícil de un cineasta es decidir cuáles serán sus próximos proyectos, porque a ellos le va a dedicar un sacrificio enorme de cuatro o cinco años. Por eso, no solo tiene que tener la intuición sino la claridad para poder ver que ese proyecto le va a permitir levantarse cada día con la energía para seguir luchando para llevarlo adelante. La mayor dificultad para mí es encontrar esos proyectos, no es que me interesa filmar porque sí, ni decir “acción” y “corte”. Busco esas historias que me lleven a mí y al espectador a esa mínima aventura, absurda y tal vez carente de significado, que nos permita entender qué significa esto de estar vivos.

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Foto: Nicolás Pereyra

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