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"Me gusta mucho lo cotidiano"

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Manuela Da Silveira. Foto: Difusión

Pocas personas han tenido la visibilidad que Manuela da Silveira consiguió en poco tiempo. La frescura y simpatía con la que construyó su personaje en televisión, le dieron una impronta que encantó al público.

Su debut en televisión fue con Telemental (2008), y si bien tenía un papel secundario entre Maxi de la Cruz y Rafael Villanueva, rápidamente "la hija del Toto" se convirtió en una sensación. Luego pasó a la coconducción, junto a Cecilia Bonino y Pablo Fabregat, de Sonríe, te estamos grabando (2011), mientras comenzaba su paso por las tablas. Tras varias producciones de stand up, una autobiografía y la cancelación temprana de Parentela (2015), mañana estrena Las Manolas. Una obra escrita por Da Silveira y dirigida por María Mendive que va los viernes de agosto a las 21:30 en la sala teatro del Movie Montevideo, y cuyas entradas van de los 410 a 510 pesos.

Pero Las Manolas no es cualquier obra para esta actriz de 34 años, ya que marca un alejamiento entre la Manuela que hacía stand up para dar paso a la actriz. Para mejorar como actriz Da Silveira reconoce que le vino bien irse a Buenos Aires, donde la presión por su apellido, así como su trayectoria, pasaban desapercibidas. También el trabajar con Mendive fue interesante porque es "la unión de dos obsesivas", dice Da Silveira. El proceso fue rápido pero agotador, comenzó a escribir la obra en el verano y a fines de mayo comenzaron los ensayos. "Fueron dos meses intensos de ensayos y más ensayos" reconoce la comediante, quien asegura sentirse segura con su espectáculo de humor. Uno que se ríe y homenajea a esas Manolas que conviven dentro suyo. Entre los personajes que realizará en la sala teatro del Movie hay una niña, una maestra, una adolescente, así como una política. "Fue un divino proceso", dice Da Silveira.

—¿Cómo te llevan los días previos al estreno de Las Manolas?

—Como loca. Son días divinos pero intensos, entre ensayos generales y detalles a resolver. Además de toda la expectativa mía.

—O sea que con muchos nervios.

—Sí, pero creo que son necesarios. Porque ahora lo que me genera ansiedad es ver cómo se va a encontrar la obra con el público y cómo la recibe. Eso es lo que más ansiosa me tiene.

—¿Quiénes son Las Manolas que inspiraron este espectáculo?

—Muchas. El primer puntapié lo dio la abuela Agustina, abuela de mi mamá, a quien yo no conocí, pero empecé a preguntar por ella y tenía el mismo mecanismo para vivir y sobrevivir que yo: todo lo procesaba a través del humor. Cualquier drama lo metabolizaba a través del humor. Entonces empecé a preguntarle a mi mamá y me contaba algo nuevo de ella, y así ella está muy presente en el espectáculo.

—¿En quiénes más te influenciaste?

—Hay muchas mujeres que me pasan por arriba todos los días, de las que tengo retazos y llevo al escenario. Hay una adolescente, porque la adolescencia es un momento que, me parece, te marca como persona, y ahora con mis clases de actuación estoy intentando conocer más y desarmar, pero también para reivindicarlos, porque es una edad en la que nos están haciendo a nosotros. Después a la hora de subir a escena me nutro del amor de mujeres muy importantes en mi vida como mi madre, mi hermana, mi sobrina, así como compañeras de escena que han compartido parte de este proceso, y ahora, con el encuentro con María Mendive.

—¿Cómo fue el encuentro con Mendive?

—Fue increíble haber avanzado en esta puesta con ella, porque es una guía y una maestra que incluso en estos días de ensayos fuertes, también me recibe en su casa a tomar un mate, como si fuera una sobrina querida. Es un amor.

—¿Cuándo nace este proyecto?

—El año pasado cuando empecé a pensar en la abuela Agustina. En ese tiempo empecé a anotar cosas. En verano comencé a escribirlo, pero a ensayarlo con María Mendive y Emilia Díaz, a fines de mayo.

—¿Las Manolas es un espectáculo de stand-up?

—No, no es de stand up. Y lo digo, no por despegarme, si no para no faltar el respeto a los que hacen stand up. Es un monólogo de humor que no está basado en la premisa de pie, remate y chiste, sino que el humor va apareciendo con mucho lenguaje de comedia física, un recurso que hace un tiempo me di cuenta que en mis monólogos de stand up iba incluyendo cada vez más. Porque por lo general el stand up tiene una impronta: se hace de pie y generando una catarata de chistes. Igual, a mí los rótulos no me gustan. Por un minuto, el espectáculo es stand up y por otro es un monólogo de humor y en otro es danza contemporánea. No, es broma, ojalá en algún momento tenga danza contemporánea en mi monólogo.

—¿Cómo defines tu humor?

—Qué difícil que es eso. Creo que bastante confesional, porque el lenguaje confesional está siempre en mi humor, y por momentos intento ir también desde la honestidad autorreferencial. Me gusta mucho lo cotidiano, me gusta la observación.

—¿Qué personajes aparecen en Las Manolas?

—Hay una maestra de escuela que funciona como un enlace para pasar de un personaje a otro, de la niñez a la adolescencia, y me encanta porque, con la habilidad de María, defendemos y mostramos el lugar ingrato que tiene que vivir un docente, con la barbarie y niños que se desacatan. Para eso mostramos el esfuerzo vocal de la maestra, que se pasa hablando y levantando la voz porque hay mucho murmullo. Así fuimos desarrollando la voz, la postura para mostrar ese personaje que si bien antes lo hacía intuitivamente, ahora lo hago más consciente.

—¿Alguien más?

Después hay una política: Teresa, es digna, magra y franca. ¿Viste esas personas que son sin gracia, pero que en ellas eso es un atributo? Bueno, así es Teresa y la amo. Empezó en un ensayo y le fuimos buscando la forma, cambio la quijada y ahora es un personaje que tiene una voz muy particular y distinta a las demás.

—El humor nacional tiene poca pantalla ahora, ¿no te han tentado con algún programa?

—No, la verdad es que no. Tuve conversaciones con Canal 12 para generar algo a futuro, pero por ahora no. Este año también ha sido tranquilo, no han surgido programas nuevos, salvo el de Canal 10 con Púmbate, pero por lo general se mantuvo lo que había. Creo que el humor está presente en varios programas pero no hay un programa abocado de lleno al humor. Porque un formato de humor necesita tiempo para instalarse y el público necesita tiempo para asimilar las propuestas nuevas, y hoy las decisiones empresariales no están permitiendo que un canal haga una apuesta, instale algo y arriesgue de esa forma.

—¿Esas fueron las razones para el rápido retiro de Parentela?

—Creo que también fue una decisión comercial y empresarial. Era una apuesta muy cara y en su momento no estaba generando lo que el canal esperaba, entonces tuvieron que levantar el programa. Más allá de lo abrupto, yo trato de comprenderlo y no tomármelo como algo personal. Creo que no hay más misterio que eso, no estaba dando lo que ellos esperaban, la apuesta era muy grande y servía más terminarlo que seguir.

—¿Fue un salto al vacío dejar Sonríe, te estamos grabando?

—Sí, fue un riesgo muy grande y una decisión que me costó tomar. Lo conversé antes con Iván Ibarra, el director de la productora Zur responsable del programa, y estaba deseosa de probar un programa de humor. También en ese entonces sentía la necesidad de actuar por lo que dije sí, lo hago. Fue más inconsciente, pero me parece que estuvo bueno haberlo vivido así y me encanta haber podido intentarlo.

—¿Qué te hace reír?

—Muchas cosas. El humor gráfico; los memes que te mandan por WhatsApp, me fascinan. También mi sobrina, que tiene tres años, me hace reír mucho.

—¿Qué le agregarías a tu biografía?

—Que estoy cursando el profesorado de yoga.

—¿Cómo surge eso?

—Me recomendaron a un profesor y me enganché, y después me enganché para ser yogui con el fin de hacer algo con el humor. Me encantaría hacer algo que una el yoga con el humor, como una clown-yoga. Me gustaría que Wikipedia ponga: fue la primera clown-yoga, comenzó en 2020…

Da Silveira junto a la directora María Mendrie. Foto: Difusión
Da Silveira junto a la directora María Mendrie. Foto: Difusión

"Acá tengo una carga semántica muy fuerte".

—¿Cómo fue estudiar actuación en Buenos Aires?

—Aquí también hay maravillosas escuelas de actuación, pero lo que me atrajo de estudiar en Buenos Aires fue que la gente no tuviera claro mi perfil ni mi trayecto, entonces no me censuré. Porque acá me inhibo. Y en Buenos Aires puedo ser una mala actriz o buena actriz, pero todo puede pasar desde cero, y esa libertad me gusta permitírmela. El mercado también es más grande y hay un flujo de público permanente para ver todo. Tampoco me sentí atraída para decir acá hay mercado para que crezca, porque me parece que todavía puedo crecer en mi casa y dentro de mi departamento. Me encantaría hacer castings acá, pero entiendo que tengo una carga semántica muy fuerte que no me lo permite. Si me presento para un papel chico en una película me miran y dicen: "pero si es Manuela, la de la tele, la hija del Toto", es demasiada distracción para una escena cortita en un papel chiquito. En Buenos Aires puedo hacer eso porque no tengo esa carga semántica.

—¿Se sintió bien dejar de ser la hija del Toto por un tiempo?

—Claro. De eso y del crédito que es llegar a tener tu imagen cuando te parás frente a un escenario. Hice audiciones y me paraba en el escenario y la gente me miraba como diciendo: "a ver esta chiquita qué hace", porque no saben nada de uno. Y acá se acostumbra a que te parás y la gente ya tiene una idea de uno, o se viene riendo de una cosa que te vio hacer, y el poder dejar de ser eso está bueno, porque te prueba.

El eterno femenino de una imaginativa pintora
Manuela Da Silveira. Foto: Difusión

MANUELA DA SILVEIRANICOLÁS LAUBER

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