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Una gran actriz para un tema siempre duro

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Iribarren ofrece una actuación llena de climas. Foto: María Fernández Russomagno

En la actuación unipersonal el actor queda al descubierto ante el público, teniendo que sostener por sí solo, trama, actuación, cambios en el escenario y climas del espectáculo.

Es por eso que en trabajos como De algún tiempo a esta parte se puede ver en toda su capacidad y belleza las condiciones actorales de Gabriela Iribarren, actriz cuyos primeros trabajos profesionales se remontan a más de 25 años atrás, y que ha transitado los más diversos géneros y autores, desde el humor más suelto a la tragedia clásica.

No es novedad que ella es una gran intérprete, pero lógicamente para lucirse tiene que haber, en general, también un texto y un director. Y en esta puesta basada en el libro de Max Aub, todos los elementos confluyen para ofrecer un buen programa teatral. Claro que es una propuesta muy buena para un tipo de espectador: aquel que quiera transitar por los años del nazismo, sus crueldades, sus bestialidades.

Si el espectador desea y acepta el reto de enfrentarse desde la butaca con ese tema, encontrará en la obra mucho para ver. Max Aub (un autor valioso, cuya celebridad no se ha reflejado demasiado en la escena montevideana) aborda el asunto llenándolo de matices, cruzando episodios de la Guerra Civil española con otros del nazismo, para plantear un cuadro social y político lleno de complejidades.

A su vez, la protagonista ficcional de esta historia (una viuda que vive penurias mientras recuerda mejores tiempos, con su marido y un mundo de esplendor ya desaparecido), salta del pasado al presente, para contar un relato en dos épocas, la vivida y la evocada. Eso permite que temáticamente el texto se expanda en trama y anécdota, mientras la actriz dibuja con sus palabras y gestos mundos que hoy son historia pasada, y que muchos espectadores seguramente transitarán con emoción.

En el aspecto netamente actoral, la intérprete realiza una labor excelente, compacta, pese a ese salto de épocas. Desde la dirección, y desde sus propias herramientas actorales, Iribarren construye el personaje con un gran equilibrio entre lo recordado y lo que ocurre en el presente, entre lo que narra (como reviviéndolo) y lo que parece revivir en un viaje al pasado. Y lo más asombroso es que la performance no tiene esos cortes abruptos, tan comunes en las actuaciones en solitario.

La calidad interpretativa de la actriz no solamente queda en evidencia en cómo desarrolla el texto en escena. En momentos mudos, en acciones cotidianas (como cambiarse de zapatos), Iribarren logra atrapar al público con igual magnetismo. Otro mérito (en el que también seguramente intervienen la directora y Carolina Besuievsky, a cargo del trabajo corporal) es cómo la actriz llena el escenario con su presencia, ocupándolo todo, en un ir y venir natural, en el que con muy pocos elementos de utilería consigue ofrecer todo un juego de formas.

Sin querer ser danza, hay un trabajo físico muy estudiado. Y que entra en diálogo con todo el trabajo audiovisual que se proyecta sobre el fondo del escenario, en un devenir de imágenes que aportan poesía y suman sentidos a lo que expresa el autor a través de la actriz.

Mariana Wainstein, la directora, ofrece una puesta en escena de tonos oscuros también llenos de matices, con una gama muy rica de grises, que mezcla perfectamente los colores de la escena con los de las proyecciones. La sincronía entre sonido e imagen es otra de las delicadezas que el montaje brinda. En el aplauso final, Iribarren tuvo que salir a saludar tres veces, enfrentando a un público notoriamente conmovido por su desempeño.

De algún tiempo a esta parte (***)

Autor: Max Aub. Dirección: Mariana Wainstein. Actuación: Gabriela Iribarren. Diseño de escenografía y vestuario: Paula Villalba. Diseño de iluminación: Laura Leifert. Diseño de ambientación sonora: Fernando Condon. Proyecciones: Miguel Grompone. Teatro: Sala Dos, Alianza Uruguay-Estados Unidos. Funciones: sábados (21:00) y domingos (19:30). Entradas, $ 390 (Abitab).

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Iribarren ofrece una actuación llena de climas. Foto: María Fernández Russomagno

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