CRÍTICA DE TEATRO

Reseña de la obra "El barrio de los solos", que va en el Teatro Alianza.

CARLOS REYES

Decía el director teatral suizo Chistoph Marthaler que como a nadie le gusta que le griten, al público tampoco. Esa máxima está fuera del horizonte de creación de esta obra escrita y dirigida por Jimena Márquez, que se puede ver en Teatro Alianza.

El montaje tiene elementos que dan cuenta del trabajo que se puso en él, desde el texto a la escenografía. El texto presenta personajes algo desequilibrados, algo excéntricos, que optaron por la soledad y terminaron conformando un barrio. En clave de absurdo, el numeroso elenco realiza una larga cadena de discusiones (y de acciones físicas) que están vinculadas a la supuesta muerte de uno de ellos.

El formato permite a la autora hablar del individuo y su relación con lo social, y exhibir y criticar mecanismos de retórica, de lógica fuera de la realidad, de incomunicación. El texto tiene algunos valores en cuanto a lo reflexivo y también a lo literario, que alterna con otros asuntos bien sencillos. Como texto teatral, es crispado y explícito, y muy enunciativo.

Los personajes, exaltados, enuncian de modo bastante mecánico, en un diálogo poco fluido. Los actores, algunos de voces destempladas, despliegan un juego escénico intenso pero no muy atractivo. Un aire adolescente, por momentos un clima lúdico, de campamento, y algún acierto humorístico, hacen que la obra se pueda llevar mejor con un público juvenil o de poca experiencia. No se puede dejar de ver que hay una intención de calidad en la escenografía ambiciosa, en el texto enjundioso, y en todo el despliegue escénico, aunque los resultados están por debajo de todo ese esfuerzo.