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Rolling Stones: es más que rock and roll

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Rolling Stones. Foto: EFE
RODRIGO GARRIDO

¿Por qué la banda que toca el martes en Uruguay aún es la más grande del planeta tras 50 años de carrera?

De los Rolling Stones se suele hablar mucho y apresuradamente. De su edad, por ejemplo. Es que han tenido la desgracia con suerte de ser las primeras grandes estrellas septuagenarias de un género creado para contentar adolescentes. Ahora integran esa categoría inédita hasta ellos y que a su nivel de exposición y creatividad solo comparten con Paul Mc Cartney, Bob Dylan y nadie más. Las estrellas de rock, antes, morían jóvenes. Los Stones, no.

También se suele pensar y argumentar como si se supiera que ya han dicho todo lo que tenían para decir, que sus discos son una repetición de clisés (y eso cuando se les ocurre sacarlos), y que se han vuelto un circo ambulante que anda por el mundo juntando dinero con pala mecánica. Chocolate por la noticia.

Y, finalmente, que son ellos los que, con su aristocracia de bon vivants millonarios y superados, fueron los que mataron el espíritu primitivo de rebeldía e inconformismo del rock. Eso se lo suele reclamar gente que no tiene una gota de rock en su sangre.

Nunca ha sido fácil ser el primer anciano de una generación.

De los Rolling Stones, la banda en activo más longeva en la historia de la música popular, se habla mucho. Y en Uruguay (una locación históricamente más beatle que stone) aun más desde que se anunció que estarán este martes 16 en el Estadio Centenario. Será un show que a juzgar por lo que se ha visto estará a la altura de las expectativas y para el que, increíblemente, aún quedan entradas disponibles. Pinta que va a estar buenísimo.

Musica eterna.

Hay consenso en que su última gran obra es Tattoo You y estamos hablando de 1981. Desde entonces han sacado una media docena de discos que fueron medidos con la injusta vara de clásicos anteriores como Sticky Fingers, Exile on Main Street, Let it Bleed o Aftermath , un standard que está entre lo mejor que ha producido el rock en su historia.

Quizás hayan sido mal escuchados pero cada uno de los discos recientes de la banda también tienen canciones clásicas. Y hablan de la capacidad del grupo para seguir entregando un producto interesante.

Por ejemplo, de esa etapa "floja" reciente son temas como "Undercover", "She was Hot", "One Hit (To the Body"), "Sleep Tonight", "Winning Ugly", "Harlem Shuffle", "Too Rude", "Sad Sad Sad", "Mixed Emotions", "Blinded By Love", "Rock and a Hard Place", "Love is Strong", "Out of Tears", "Rain Fall Down", "Anybody Seen My Baby", "Saint of Me" y "She Saw Me Coming". Ninguna de ellas, de antemano, estaría figurando en el setlist de dos horas y media que interpretarán el martes en el Centenario que, igual, estará cubierto por todas canciones de esas que sabemos todos.

Conscientes de que se paga por la vieja idea que tiene de los Stones y no por las buenas cosas que han seguido haciendo, el repertorio de la gira (ver nota en la siguiente página) se limita a repasar su repertorio más clásico. La gente quiere ver esos temas aunque probablemente esté más familiarizada con su cancionero más reciente.

Es verdad que es justo que apelen a los viejos tiempos. Formados en 1962, tuvieron unos primeros 10 años tan brillantes que es difícil no dejarse encadilar por aquel rock simplón, de riffs y tonadas pegadizos que le encontraban una vuelta a una combinación británica de blues, rockabilly, ryhthm and blues, country y un apetito pop que los hacía peligrosamente encantadores. El tono y la pose de la peor pesadilla de los padres para sus hijas fue una estrategia exitosa pero, a la vez, injustamente perenne. Hace años que los Stones, vueltos padres de familia más o menos adaptados, dejaron de ser sus majestades satánicas, si es que alguna vez lo fueron. El que les reclama eso está perdiendo el tiempo.

De aquella primera etapa, igual, son sus discos clásicos y sus canciones emblemáticas, la mayoría de las cuales los uruguayos van a poder corear el martes desde las 21.00. Comienzan sus shows con "Start me Up" (que es de 1981) o "Jumpin Jack Flash" (1969) y la terminan siempre con su clásico absoluto ("(I Cant Get No) Satisfaction"), una canción escrita en 1965, una época en la que Jagger y Richards aún tenían derecho a sentirse insatisfechos. El mensaje de la canción, en verdad, ha quedado diluido ante la potencia de una gran canción pop y un riff de guitarra inoxidable pero no es justo reclamarle lealtad a una idea tan adolescente como aquella.

Pese haber dicho cosas musicales tan trascendentes, los Stones han entendido perfectamente que también es importante cómo se muestran las canciones y así inventaron el espectáculo de rock.

Lo que llega a Uruguay es un concepto que la banda ha venido perfeccionando desde hace más de tres décadas y que le ha funcionado de maravillas. El público va a "ver" a los Stones no solo a escucharlos. Son un show más grande que la vida misma, porque cuando alguien es así de enorme no le entran los talles chicos que calzan para las ambiciones de las otras estrellas. Es en ese formato grandilocuente y caro que se ve a los Stones, qué se le va a hacer.

Ese "concepto Stone", que tiene su apogeo en eventos como el que se verá acá no solo es musical y abarca sus esporádicos discos, sus apariciones faranduleras, sus libros más o menos confesionales, sus recitales, la complicidad de su público y sus propias personalidades.

Como los Beatles, cada integrante cumple una función sin la cual el producto final sería impensable. Y tras la muerte de Brian Jones, la salida de Bill Wyman y el paso fugaz de Mick Taylor, los Stones quedaron limitados a su más seductora mínima expresión.

Jagger (72 años) es el vistoso, el que la va de mandamás ricachón y juvenil; Richards (72) es Richards, un milagro de la supervivencia y el porte rockero del grupo, némesis fingido de la petulancia del cantante; Watts (74) es el jazzero, el que no parece querer estar ahí pero entiende de qué va todo eso y Wood, el joven del grupo con 69 años, es el tipo que había nacido para ser un Rolling Stone. Juntos son dinamita y una combinación natural que no se logra en un casting.

Han envejecido, además, con una dignidad envidiable. Y resultó que así, en definitiva, era como se hacían viejos los rockeros. Si alguna vez fundaron la rebeldía juvenil, los Stones también inauguraron la elegancia de la tercera edad rockera. Es un mérito.

Eso es lo que hay que esperar de ellos. Y que cada uno cumpla su papel. ellos aportan las canciones, las poses conocidas, el despliegue y su presencia. Nosotros, el público, la sorpresa de ver a los más grandes ahí, cerca. Y nuestras caras de satisfacción.

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Rolling Stones. Foto: EFE

MÚSICAFERNÁN CISNERO

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