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La revolución atada al ritmo

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KATY PERRY. Foto: AFP
RICH FURY

La cantante pop genera sensaciones encontradas con "Witness", su flamante material.

Katy Perry sí que sabe cómo hacer que hablen de ella. Con Witness, el disco que editó el viernes y que en pocas horas ya era número uno en la plataforma iTunes, la chica de California volvió a alborotar el avispero dando pie a dos conceptos radicalmente opuestos: unos dicen que este es, lejos, su mejor disco, y otros coinciden en que es de lo peor que ha editado.

A los primeros les parece que el cambio sonoro de Perry, que se volcó directamente a la electrónica, habla de su madurez y de su capacidad de reinventarse para no perder vigencia en esta acelerada industria de hoy, en la que una estrella de 32 años sabe que puede tener los días contados si no "usa" las estrategias correctas. Y también les parece que sus letras se han vuelto más interesantes y reivindicativas. Los segundos pensamos todo lo contrario.

Para graficar lo ambigua de la repercusión de este disco: mientras que medios especializados como Spin o The Guardian le dan dos estrellas y critican sus caminos hacia una reinvención fallida, NME le otorga cuatro sobre cinco y destaca su evolución como estrella pop.

¿Y entonces?

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Para analizar Witness hay que empezar por las últimas elecciones estadounidenses. Perry fue una de las celebridades que hizo campaña por la candidata demócrata Hillary Clinton, y una de las que fustigó a Donald Trump y sufrió su triunfo ante el público. Así, en medio de esa turbulencia, declaraba que ahora quería hacer música comprometida.

Perry prometía dejar atrás su fase de hits irresistiblemente entretenidos y pegadizos pero vacíos, como "I Kissed a Girl" o "Roar", para ser la voz de una generación desencantada y preocupada; y empezaba por renovar su imagen, lo que se interpretó como una señal de empoderamiento. Cuando lanzó "Chained To The Rhythm", primer adelanto de Witness, todo eso tuvo algo de sentido: la canción, que hoy resulta el hit más definido del álbum, habla de una sociedad "encadenada al ritmo" y alienada en una burbuja demasiado cómoda.

Pero cuando en "Bon Appétit" canta "Así que quieres más/ Bien, estoy abierta 24 horas/ Quiero mantenerte satisfecho/ Los clientes siempre tienen la razón", ¿hay un subtexto feminista como el que se explicita un poco más en el videoclip, o es sólo otro tema pop de literalidad extrema?

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Una intención feminista un poco más evidente hay en "Hey Hey Hey", pero sus códigos insistentemente millenials que se filtran en varios temas (las redes sociales y las expresiones propias de esas vías de comunicación están a la orden del día), le hacen perder peso.

Witness es un disco a medio camino: probablemente había muchas buenas intenciones, porque Perry armó un equipo como para meter otro gol de media cancha (está el todopoderoso Max Martin y Mike Will Made It, responsable del tremendo Bangerz de Miley Cyrus), que al final es un tiro flojo.

Por un lado está este problema de las letras. Hay que decir, sí, que aparece una Katy Perry más real, poniendo sobre la mesa inquietudes personales y no personajes simpáticos, pero con una manera de decir que no genera impacto. Además, que haya un tema, "Swish Swish", dedicado a su vieja pelea con Taylor Swift, indica que habrá madurado pero no tanto.

Ni siquiera sus canciones de amor, sus baladas siempre efectivas, acá dan resultado. Al parecer el romance con Orlando Bloom no fue demasiado inspirador ("Te extraño más de lo que te amo", canta en "Miss you more").

Y por el otro lado está el cambio en la música, porque la californiana siempre marcó la diferencia con el aire rockero de sus estribillos explosivos, una mezcla bien lograda de electropop y soft rock que en vivo era un éxito rotundo. Y Witness es cien por ciento electrónico, tirando a los noventa y con pasajes que son sumamente monótonos. Hay alguna influencia negra presente (un poco de hip hop y otro poco de R&B) pero no llega a estar lo suficientemente desarrollada como para darle otro matiz al álbum, que en el global entretiene poco —hace bailar, eso sí— y resulta frío.

Lejos de ser una heroína new age, con Witness Perry muestra ser apenas una joven adulta, con inquietudes y aún encadenada al ritmo.

Tres discos.

ONE OF THE BOYS

De 2008, es el primer disco que editó como Katy Perry (en 2001 había lanzado Kate Hudson, que es su verdadero nombre) y fue un éxito inmediato en Estados Unidos. Tiene algunos de los grandes éxitos de su repertorio como “I Kissed a Girl” o “Hot N Cold”, y marca el inicio de una era triunfal de la cantante.

TEENAGE DREAM

Es de 2010 y la encuentra nuevamente trabajando con Dr. Luke, el productor que la acompañó hasta su siguiente álbum, Prism. Nuevamente Perry cosecha varios hits —“Last Friday Night”, “Firework”— y premios importantes.

PRISM

Una vez más con críticas dispares, pero una vez más con éxito rotundo: así recibió el mercado al último disco que Perry editó previo a Witness, del que se desprendieron temas como “Roar” o “Dark Horse”. Con este álbum hizo su Prismatic World Tour, una gira que recaudó millones de dólares en el mundo.

El eterno femenino de una imaginativa pintora
KATY PERRY. Foto: AFP

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