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El milonguero que expresó a toda la música uruguaya

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Alfredo Zitarrosa en 1967. Foto: Archivo El País
Nota a Alfredo Zitarrosa , folklorista uruguayo, en la casa de Vilma el día 30 de marzo de 1967, colección Caruso sobre 14814 - Archivo El País
Archivo El País

El jueves en el Centenario se celebran los 80 años del cantor.

Zitarrosa por Arotxa

La vida y la obra de Alfredo Zitarrosa, que cumpliría 80 años el 10 de marzo, estuvieron signadas por las dualidades.

Fue un artista excepcional con un repertorio que se hizo normal, casi universal.

Fue, dicen, el primero en cantar "en uruguayo", aunque haya empezado a cantar profesionalmente en Perú, y haya concebido algunas de sus más encumbradas obras en el exilio.

Fue uno de los más lúcidos cronistas de la vida en el campo, y era a la vez montevideano hasta el tuétano.

Alfredo Zitarrosa en 1967. Foto: Archivo El País
Alfredo Zitarrosa en 1967. Foto: Archivo El País

Fue un comunista que quería estar al servicio de su partido y el pueblo, y a la vez era un artista cuyas mejores estrofas expresan y sintetizan ideales que van más allá de una organización político-partidaria.

Fue un bebedor cuya música irradiaba una elegante sobriedad. Y un bohemio que laburó mucho.

En ese ir y venir entre esos polos construyó su obra, una obra que se celebrará con muchos e importantes invitados.

Todo empezó, como se sabe, por necesidad, casi que por casualidad. "No tenía ni un peso, pero sí muchos amigos. Uno de ellos, César Durand, regenteaba una agencia de publicidad y por sorpresa me incluyó en un programa de televisión, y me obligó a cantar. Canté dos temas y cobré 50 dólares. Fue una sorpresa para mí, que me permitió reunir algunos pesos". Así relató el propio Zitarrosa cómo fue su primera actuación como músico profesional en Perú, en 1964.

Ahí, en esa primera aparición hay otra de esas sabrosas paradojas zitarroseanas: renuente, el cantor que dijo que fue "obligado" a cantar debutó directamente en televisión, lugar al que por lo general se llega cuando ya se tiene renombre. Él —por el contrario— llegó casi sin ningún tipo de fama a la pantalla chica. Pero no demoró casi nada en alcanzarla.

En Montevideo debutó en 1965 en el Sodre, y su llegada a la escena musical uruguaya fue una explosión. Ya tenía cierto nombre como locutor y periodista, aunque no era nada en comparación con lo que se vendría cuando se paró ante un micrófono para cantar.

En uno de los varios programas televisivos que se hicieron sobre su figura, Fernando Cabrera —director artístico del espectáculo que se realizará el mismo 10 en el Centenario— decía: "Fue aparecer y de inmediato fue un boom de popularidad. De inmediato. (...) Fue una cosa equiparable a la aparición de Los Beatles (...) Y el pueblo entero se rindió a sus pies".

Ese éxito es tanto más llamativo si se tiene en cuenta que por entonces Zitarrosa fue un artista rupturista en dos sentidos: primero, porque su voz entronizó un sentir y un decir uruguayos en un ambiente musical que estaba dominado por el folclore argentino. Y además, porque, como dice Cabrera, las milongas, zambas, cifras y estilos que él puso en primer plano aparecen más o menos al mismo tiempo que todo el mundo estaba hechizado por el sonido de los cuatro de Liverpool. "Cuando Los Beatles acá eran una cosa impresionante, él salió con Milonga para una niña y vendía a la par de ellos", dijo en una charla con El País uno de los más de 50 guitarristas que tocaron con él, Eduardo "Toto" Méndez.

La primera grabación de Zitarrosa, El canto de Zitarrosa (1965), es un Extended Play. Cuatro canciones, dos de cada lado, que —con la ventaja que da la mirada retrospectiva—, explican plenamente el fulgor del éxito: "Milonga para una niña", "El camba, "Mire amigo" y "Recordándote". Como debut discográfico, debe ser uno de los más contundentes, pero faltaba el LP, que salió un año después, en 1966. Titulado Canta Zitarrosa, tiene las cuatro canciones del EP y también otros temas como "Milonga de ojos dorados", "Si te vas" y "Zamba por vos", todos clásicos, todos vigentes.

Esos dos títulos serían los primeros de una larga lista, porque Zitarrosa grabó mucho. A veces grababa varias veces las mismas canciones, una costumbre ya casi extinta. Alfonso Carbone, exdirector del sello donde está gran parte de la obra discográfica de Zitarrosa, Orfeo, le dijo a El País que en parte fue por necesidad. "El exilio un poco lo obligó a hacer eso. Sus discos faltaban en Uruguay, y él regrabó varias de sus canciones en Argentina y México".

Esa cuantiosa discografía, está desperdigada en varios sellos y países —Bizarro Records viene reeditando en discos compactos parte de esa obra— y permite seguir un derrotero musical tan variado como destacado.

Ahí aparecen sus múltiples facetas como autor e intérprete: el pintor de paisajes rurales ("Mi tierra en invierno"); el que documentaba con precisión y ternura las penurias de los más humildes ("Doña Soledad"); el músico que se construyó un sonido y un estilo únicos. Y el cantor de amores: "Viniste al pueblo en tren a mi lado / tus zapatos de raso dorado / bailaron en mi patio empedrado / debajo de mi laurel / Pero eran alaridos tus besos / cadenas y candados tus huesos / tus pies alados, mármol y yeso / papel sellado tu piel" (de "Baila la maga").

El artista político.

Hay muchos Zitarrosas, y uno de los más apasionados fue el que denunció la explotación del hombre por el hombre: "Pero entre todos el ruin, es el que trajo al ladrón / Ese no tiene perdón (...) No encuentra causas mejores para comprarse otra estancia / Ese sí no es oriental, ni gringo, ni brasilero / Su pasión es el dinero porque es multinacional / Mentiroso universal desde que vino Hernandarias / piensa en sus cuentas bancarias..." (de "Diez décimas de saludo al público argentino").

"Él se entusiasmó mucho con la fundación del Frente Amplio. Creía que era vital la unión (...) para poder llegar al poder (...) a través de las urnas", dijo el escritor y periodista Guillermo Pellegrino, autor de la biografía Cantares del alma, en el ciclo televisivo de TNU "Uno de nosotros".

En vivo era tan intenso como en sus discos, comandando a su pequeña orquesta sin que se le movieran demasiado sus oscurísimos pelos. Al menos eso es lo que trasuntan algunos de los registros que quedan de sus actuaciones. Atrás del escenario podía ser un bromista con sus amigos y colegas, pero ante el público o ante una cámara o un micrófono, recuperaba la gravedad y la seriedad que lo caracterizan como artista hasta hoy de forma incompleta, porque también hubo jolgorio y picardía en sus canciones.

En los discos, además, aparece otro rasgo fundamental de Zitarrosa: el del artista de largo aliento. Si el comienzo fue una explosión de popularidad, la última etapa de su trayectoria se coronó con la grabación, en Uruguay, de su obra maestra: "Guitarra negra". La inclasificable composición ya había sido grabada en España y México, pero adquirió su particular espesor, su densidad más significativa, en el disco del mismo nombre que publicó el sello Orfeo en 1985, cuatro años antes de su muerte.

En ese racconto de tantas cosas, en esa voz que empezaba a entrar cautelosamente en la vejez y seguía tan apasionada como siempre, Zitarrosa terminó de redondear la obra que sustenta a su mito.

Quién sabe lo que pensaría un materialista dialéctico como él de esa dimensión mítica. Tal vez encontraría graciosa esa última dualidad de una vida y una obra que nos expresa y nos contiene como pueblo.

Homenaje que reúne estilos y generaciones.

El espectáculo del jueves 10 de marzo en el Estadio Centenario contará con una nutrida lista de artistas que rendirán tributo a Zitarrosa. Entre ellos, Jorge Drexler, quien dijo a El País que Zitarrosa ha sido "una influencia enorme para varias generaciones de músicos de la región. En muchos sentidos: tanto desde la manera en que se relaciona con la raíz uruguaya en estilo y sonido, como desde el profundo compromiso personal que imprime a todo lo que canta. Fue un referente tanto ético como estético".

Para Drexler, todas las vertientes compositivas de Zitarros son "valiosas", pero elige "Guitarra negra": "Me marcó por el profundo dramatismo emocional que transmite. Pocas veces se escucha una intensidad así en una canción. El hecho de pasar a la voz hablada para contar vivencias tan intensas y traumáticas le da un peso demoledor a lo que uno oye. Cada vez que la escucho me vuelve a emocionar profundamente".

La nómina de artistas en el espectáculo dirigido musicalmente por Fernando Cabrera, abarca varias generaciones y estilos, desde contemporáneos o colegas como Serrat, Pepe Guerra, Larbanois-Carrero, Braulio López, Numa Moraes y Toto Méndez, hasta artistas de generaciones más cercanas, como Malena Muyala, Cristian Cary, Martín Buscaglia, Sebastián Teysera y Luciano Supervielle, entre muchos otros. Los precios para el show van desde 700 pesos (Amsterdam y Colombes) a 2.700 (platea adelante). En el medio de esos extremos, los precios son 1.000, 1.150, 1.400, 1.600 y 2.000 pesos, con descuentos para clientes del Banco República.

Zitarrosa por Zitarrosa.

—"Flaco: te escribo para saludarte, un poco extrañado de que no me hayan escrito ustedes, ni vos ni Grasso, a pesar de que yo les envié mi dirección. ¿Qué les pasa? Posiblemente yo no he cumplido con ustedes debidamente, en fin, no sé, pienso que pueden estar resentidos por alguna cosa que a mí se me escapa, pero francamente no sé qué puede ser. Porque no puedo creer que simplemente estén boludos". (De una carta dirigida a un amigo, publicada en la biografía Cantares del alma, de Guillermo Pellegrino).

—"Si te habituás a cierto circuito, vas a tal bar y no a otro, a tal restaurante y no a otro, tomás tal ómnibus y no otro, si aceptás un recorrido, un periplo, entonces te respetan. Porque se agotan las instancias de interrogatorio, de agresión, de manifestación de afecto. He tenido que llegar a eso, cosa que me molesta, porque quisiera estar mucho más libre. Influye también que soy un tímido, un ciclotímico". (De una entrevista con Elvio Gandolfo, publicada en El País Cultural en 1990).

—"Me emocionan los niños. Últimamente más que antes, no sé por qué. Será porque mis hijitas ya están crecidas, y están en la edad en la que uno empieza a preguntarse por ellas como seres humanos. (...) Acuden al padre y a la madre con propósitos concretos, con objetivos propios (...) Pero me importa todo, ¿te das cuenta? Desde el canilla que pasa por tu puerta sin calcetines, el árbol de la esquina, hasta las nubes que pasan por el cielo. Me importa todo. Me emocionan las cosas. Un buen cantor en el escenario, y por cierto no me refiero a mí (...) Me interesa mucho la gente humilde, los humildes, la gente de abajo. El trabajador en primer lugar. Pero hasta el lumpen me interesa, el delincuente también (...) Y todos los animales. Me gustan mucho los animales, hasta las arañas. Todos los bichos me gustan". (De una entrevista para El Cronista Comercial de Buenos Aires en 1976).

Alfredo ZitarrosaFABIÁN MURO

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