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Gustavo Cordera: "Cuando perdés algo, le das valor"

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Gustavo Cordera. Foto: Darwin Borrelli

Finalmente el argentino viene a presentar su último disco.

Será un show muy temperamental y revelador en muchos aspectos porque cuenta toda mi historia compositiva", dice Gustavo Cordera sobre el espectáculo que lo traerá a Landia el 24 de junio.

"Y tendrá un final inimaginable que tiene muchísimo que ver con Uruguay, ustedes y su propia esencia porque acá encontré el instrumento artístico para poder responder a esto que me sucedió". No quiere revelar mucho sobre el show pero "lo que me sucedió", se sabe, es la ola de críticas, cancelaciones y demandas que siguieron a declaraciones suyas sobre "mujeres que necesitan ser violadas para tener sexo", y otros conceptos que, le dice a El País, ni fueron así ni lo representan.

Radicado en La Paloma desde hace años, donde encontró su banda (La Caravana Mágica integrada por músicos rochenses), la crisis mediática lo encontró en medio de la promoción de Tecnoanimal, su último disco, quizás el mejor de una vasta carrera que incluye, además, todo un pasaje por Bersuit Vergarabat, la banda que fundó y llevó al éxito masivo. El recital en Landia es, entonces, una buena manera de presentar en sociedad, un album importante.

Gustavo Cordera. Foto: Darwin Borrelli
Gustavo Cordera. Foto: Darwin Borrelli

En estos días, además, se anunció el estreno de La fábula del Escorpión, el documental dirigido por Federico Lemos. "Los documentales para los artistas pop son para apoyarlo en su crecimiento pero acá podés ver el proceso inverso: un artista muy querido que abandona eso por una idea del mundo que lo lleva casi a la soledad y el fracaso social", dice Cordera. "Y se ve cómo se roquea dentro de una familia y mi cosmovisión y como una banda de chicos de La Paloma, hace la música que hace".

Las entradas para el show en Landia van de 600 a 1.200 pesos y están en RED UTS, Tienda Inglesa o locales de Redpagos.

—Todo lo que ha pasado dejó a La Caravana Mágica, tu banda rochense, sin trabajo. ¿Te sentiste responsable por ellos?

—En parte sí. Por suerte pudimos hablarlo y promoví que ellos me dijeran lo que les pasaba. Unos estaban enojados conmigo y otros con la sociedad o la Justicia. Pasaron por muchas emociones. Y gracias a que pudieron expresar después de nueve meses nos juntamos y estamos ensayando a full. Ellos tuvieron que retomar cosas que pensaron que habían abandonado para siempre. Pepe Oreggioni volvió a ser quinchador, Lele (Perdomo) vendió frutas y verduras en el verano, Chacho (Píriz) volvió al folklore con Carlitos Mallo, Emiliano (Pérez Saavedra) a dar clases de batería...

—Y ahora vuelven a La Caravana.

—Cuando perdés algo le das valor y reinterpretas tu lugar. La gente se va a encontrar con una banda que no conocía.

—Lo dices porque tienes experiencia en eso de volver a empezar.

—En Bersuit cuando la banda se acomodaba en su zona de confort provocaba situaciones y cimbronazos increíbles. Una vez le pedí al manager que nos aliste en el puerto para estar dos o tres días cargando bolsas para volver a sentir en el cuerpo lo que le pasa a mucha gente y darnos cuenta que esto que uno hace es un privilegio.

—Mencionas seguido a la "moral reinante". ¿Sientes que te cobró la cuenta con todo lo que pasó?

—Hay un poco de eso. Tengo la sospecha que fueron muchos años de estar en un lugar en el que el sistema sintió el peso de mi ironía, de mi mirada inquisitiva. Es paradójico pero a la vez como una ley natural: el inquisidor que va a la hoguera. El mismo juicio que yo emitía sobre la sociedad, vino sobre mi y explotó de una manera increíble.

—Dijiste cosas muy sensibles.

—Hay otros temas sensibles. A lo largo de mi vida han ocurrido muchas cosas que pueden irritar muchísimo a la moral reinante: el amor, el abrazo, la ternura. Esas cosas sí producen espanto. Esto a mi me sirvió para sintetizar mi vida y poder observar todo como si fuera una película en la que soy un actor más, ni el victimario, ni la víctima.

—Entiendo eso de que el amor es subversivo pero no es lo mismo.

—Está ocurriendo algo. En principio, las redes trajeron como consecuencia un fenómeno hasta ahora oculto: la libertad de condena. La libertad de expresión trajo como hija la libertad de condena. Los que se expresan se tienen que callar. Los medios de comunicación dicen ampararse en la libertad de expresión pero ejercen la libertad de condena.

—¿Te ves como una víctima de eso?

—No solo yo. Formo parte de esto y muchas veces encarno situaciones con el propósito de poder verlas y expresarlas. Como lo hago ahora mirándote a los ojos con total valentía. Antes que la Justicia se expidiera yo ya estaba en la hoguera. Mucho antes de que el audio estuviera en manos de la gente yo ya era condenado. Me condenaron por lo que creen que dije y por un pibe que era la primera práctica de su vida e hizo una nota de opinión. Es lo mismo que un recién recibido, opere. Y el periodismo fue cómplice de eso. Pero todo esto es irrelevante. Lo importante es lo que sucedió y eso me enriqueció mucho como persona, cambié mi posición en el mundo.

—En un video que subiste en marzo, se te vio mal con lo que veías como el acoso de los medios argentinos. Al otro día alguien tituló "El peor momento de Cordera". ¿Te sentías así?

—No. Había decidido rendirme en el sentido de "qué más quieren". Si ya había pedido disculpas, qué más. Ahí se calmaron. Yo soy un canal de expresión y no me identifico por las cosas que pasan por ese canal. Hoy pasa esto y dentro de tres días pienso distinto. No me voy a aferrar a nada de lo que diga. Sí me hago responsable de lo que digo pero no de lo que no digo. Eso que salió editado, no es lo que yo dije.

—En "Vieja vida" decís "mi ego, mi refugio y guarida". ¿El ego te ayudó?

—Sí, muchísimo. Soy un guerrero, un tipo que tiene mucha resistencia al sufrimiento y al dolor. Soy fuerte de corazón y tengo un alma que estuvo observando todo esto y me observaba a mi mismo. "Vieja vida" fue premonitoria o causante de lo que vino después. Las canciones tienen una energía y una potencia muy fuertes y crean realidad, así como la realidad crea canciones.

—Entonces casi lo generaste.

—Estaban todas las condiciones dadas para que ocurra algo que me revele lo que sucedió.

—¿Y creativamente cómo te deja?

—Compuse 50 canciones. Estuve en silencio y en estado de observación durante nueve meses y las canciones eran como pastillas para los nervios de cualquier tipo que entra en un cuadro de stress y ansiedad. Lo hacía como una cuestión de salubridad más que de creatividad.

—Y el repliegue obligado de ese oficio de opinador que desarrollaste en en tu carrera, ¿cómo lo llevaste?

—Fue como atarle las alas a un pájaro. La expresión es lo más importante. Es difícil de entenderlo para aquellos que tienen el don de tener una vida íntima sin necesidad de expresarla. Yo me expreso y luego vivo. Puedo ser consciente de las cosas que hago cuando las expreso y ahí me estoy contando a mi mismo cosas. Entro en un estado de improvisación como mántrico. Y como soy un canal muchas veces lo que sale de ese canal genera un cortocircuito. Eso me pasa desde la primaria. Los artistas son necesarios para la sociedad: despiertan, provocan, generan conflicto, te abren la cabeza y el corazón, Los artistas son vitales aunque lo que digan sea muy molestos para tus oídos o para el discurso políticamente correcto.

—¿Entonces todo puede ser visto como un gesto artístico?

—No, como el exabrupto de un artista con el cual ni siquiera me siento identificado. Defiendo otras ideas, no esas. Para mí, fue absolutamente descriptivo de una experiencia personal y de una visión que yo tengo. Pero no contada como se contó sino de una manera no tan agresiva.

Disco libre y esotérico grabado en el Palacio Salvo y que ahora sí se puede presentar.

—Uno de los daños colaterales de todo lo que sucedió fue la imposibilidad de mostrar Tecnoanimal, un gran disco. ¿Te apenó eso?

—Eso fue lo que más impotencia y dolor me produjo. Estuvimos trabajando mucho, era un disco en el que la compañía había dedicado mucho dinero y además el tiempo de Edu Cabra (Visitante en Calle 13, acá co-productor) que se vino de Puerto Rico. Nos planteamos un gran desafío: hacer un disco que se despegase de Bersuit y de Calle 13. Fue hermoso y libre. No es casual que lo hayamos grabado en el Palacio Salvo porque es un lugar esotérico y este disco tiene mucha cosa esotérica: tiene información de cosas que normalmente la moral reinante intenta esconder. Es un disco sensible, emocional, lleno de canciones muy bien hechas. A mi me produjo mucha impotencia no poder presentarlo.

DIVERTITE ENTREVISTA CON GUSTAVO CORDERA
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VIDEOFERNÁN CISNERO

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