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"Tenemos la energía y los argumentos para volver"

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Foto: Difusión

Garo Arakelian y Alejandro Spuntone hablan del legado de la banda.

Si nos vamos a salvar con algo, quizás sea con un puñado de canciones que nos interpelen. La Trampa tiene varias de esas. Y como prueba de su eficacia en esas cuestiones están los cinco Teatro de Verano. Los agotaron sin publicidad, apelando al poder de un cancionero que, como pocos, pareció reflejar un estado del alma marcado, en su momento, por la crisis social y económica con que se presentó la década pasada.

Y si vuelven es porque tienen cosas para decir. Y muchos —unos 20.000 como mínimo— aún quieren escucharlas, siete años después de que la banda decidió separarse. Por eso, evitando el inevitable aire nostalgioso, La Trampa vino con nuevas canciones que son nuevos diagnósticos.

Más allá de detalles de los recitales (son el 24, 25, 26, 30 y 31; tienen 36 canciones preparadas; ya pasaron las 200 horas de ensayo), El País charló con Alejandro Spuntone (vocalista) y Garo Arakelian (guitarrista y compositor) sobre qué significó La Trampa entonces y lo que que significa ahora.

—El fenómeno de La Trampa tuvo lugar en un momento de crisis económica y de cambio político. ¿Había algo ideológico en La Trampa?

Garo Arakelian: Hubo y la hay pero no necesariamente es algo que está en comunicación con la gente. Ha sido parte desde la génesis de la banda pero algunas cosas han logrado traspasar nuestro vínculo interno y han llegado en formato canciones o en cosas que hemos podido comunicar. Tiene más que ver con la forma de hacer las cosas. Y no sé si eso es una ideología.

Alejandro Spuntone: Más bien es una metodología...

G.A.: Sí, pero con idea. Está más cercano a una filosofía, en el sentido de cómo concebir algunas cosas.

¿Y cómo sería esa manera de hacer las cosas?

G.A.: En algunas cosas tiene que ver con la creación misma. Y también con cómo fuimos pasando cada etapa y cómo resolverlas. Ha sido un poco empírico. Por ejemplo, cuando nos fue muy bien, la decisión de no hacer cumpleaños de 15, fiestas privadas. Era una forma de concebir qué era nuestro trabajo.

—¿Y eso se transmitió a la gente?

G.A.: A una poca gente.

A.S.: Eso era para nosotros, no se lo dijimos a nadie. Nadie nunca nos dijo qué bueno que no tocaron en fiestas privadas.

G.A.: Todo lo contrario. Y aparte es un momento en el que todo lo que tiene que ver con la ética está mal vista.

—Hablando de ética, algo que asocio con La Trampa es la honestidad. ¿Ese es un valor que el público atiende?

A.S.: Sí, pero tampoco la gente te felicita por ser honesto. La gente sigue a la banda por lo que dicen las canciones, por una actitud arriba del escenario. No analiza tanto...

G.A.: Y cada vez menos.

A.S.: Todo es cada vez más instantáneo. Nadie rasca a ver qué hay más abajo, se quedan en lo superficial.

—Decía lo de la honestidad porque cuando una banda vuelve, siempre despierta suspicacias sobre sus verdaderas intenciones...

A.S.: Cuando dejamos de tocar nadie se cuestionó que dejábamos de hacer plata. Lo mismo pido ahora.

G.A.:Eso no forma parte de nuestros problemas. Con los 25 años de la banda hay cosas que si seguimos atendiendo la energía se disipa. Honestidad, ética, son cosas que están alrededor de La Trampa y no importa lo que piensen los demás. Tenemos siete discos y hace seis discos que soportamos que lo de antes era mejor y que nos vendimos.

A.S.: Ya en Calaveras (su segundo disco de 1997) nos pedían que volviera La Trampa vieja. Pero ahí lo que la gente quiere es que vuelva su vida vieja, aquella novia, aquellos amigos. La Trampa es parte de un país que se regodea mucho en la nostalgia.

—¿Y en esta vuelta no hay nada de nostalgia de parte de ustedes?

A.S.: No, hay un reencuentro.

G.A.: Hoy hay una macrofiesta de la nostalgia. Lo han politizado e internalizado tanto que es una de las variables más novedosas y que más ha incidido en la sensibilidad popular. El quién soy y con qué me emociono. En la cultura rock (y me refiero a la importante en términos numéricos) a nadie le importa lo nuevo. Es un lugar reincómodo lo nuevo y nadie está para experimentar cosas de lo que no está seguro. Nosotros podríamos haber hecho el estándar de vueltas de banda sin nada nuevo, o volver con temas que parecieran igual a los anteriores. Pero eso no era lo que teníamos que hacer.

—Fueron importantes para toda una generación. ¿Cómo están aquellos pibes que los seguían?

G.A.: Y... la mayor parte deben tener hijos que no saben ni hablar ni leer, como todos los uruguayos. Es un problema hacer canciones si la gente no sabe escuchar, leer, escribir.

—¿Se te complica como compositor?

G.A.: Y a Alejandro para cantar. Las cosas que están sonando de gente que es muy inteligente, de mi edad o mayor, y que no está segura de lo que está haciendo. Está haciendo cosas para un país que no sabe leer, escuchar, ni entender. Alejandro no duda de lo que está cantando y yo no dudo de lo que estoy escribiendo.

—Pero dudás del receptor...

G.A.: Ya considerar al receptor como algo vulnerable y cambiar mi forma artística para que algo llegue, está bravísimo. Es triste.

¿Antes era distinto?

G.A.: Y no había tanta falta de cultura y tanta ignorancia como ahora. Este maravilloso plan de aniquilación de la cultura nacional ha sido todo un éxito.

Pero la generación que los escuchaba a ustedes es la protagonista de estos tiempos, en definitiva.

A.S.: No hago tantos análisis. Sé que las cosas están mal y que la gente quiere cada vez más que le des todo digerido porque le gusta cada vez menos pensar. Pero esa es una cuestión de la humanidad.

Pero en ese panorama, 20.000 personas van a irlos a ver a ustedes.

A.S.: Está bárbaro. Si podemos generar un poquito así de algo cultural que haga mover un poco. Ya eso me da la pauta de que estamos por el camino correcto. Para el propio rock nacional, que una banda llene cinco Teatro de Verano es importante. Y puede abrirle la cabeza a mucha gente. Y hay gente que tiene ganas de que le digas algo.

G.A.: Una pregunta podría ser ¿por qué puede volver La Trampa? Porque tenemos el argumento de la energía, la convicción y la renovación para volver. Pero también porque no hay varias voces generacionales tan potentes para que el parricidio ese siempre que vuela en la cultura pop y rock se haya manifestado de tal manera que uno no tenga lugar. Eso hubiera sido el escenario ideal. Esto no pasa porque hay un problema contextual: ¿qué es lo que están haciendo los que quieran que los vea mucha gente? No sé. Volvemos porque no hay voces que nos impidan volver.

Pero sus espectáculos estaban llenos de energía. Desde ustedes pero también desde el público. ¿Dónde se fue esa energía de aquellos que iban a verlos?

G.A.: No sé, ¿pero la energía del Frente Amplio dónde quedó? ¿La energía de los maestros dónde quedó? ¿La energía de los rockeros que eran rockeros? La gente prefiere hacerse tatuajes. Y como hay poca cosa para decirse se muestran los tatuajes.

¿Hubo cosas que decidieron que ya no tenía sentido cantar?

A.S.: Sacamos algunas canciones que no tenía sentido cantarlas con nuestro contexto actual de vida.

G.A.: Eran canciones que tenían que ver con un entorno pero también había canciones que están escritas para él, hay canciones que escribí para mí mismo y algunas de ellas no queríamos que formaran parte de nuestro presente y no importaba si eran las que más quería escuchar el público.

A.S.: No hubo discusión, estaba clarísimo cuáles eran esas canciones.

—Y a nivel de ejecución. ¿Encontraron dificultades?

A.S.: Fue un laburo y por eso arrancamos con tiempo. Nos costó. Empezamos a laburar en septiembre dos o tres veces por semana, tres o cuatro horas. Hicimos 36 canciones para poder tener de más, armamos un show integral.

El tema nuevo "Hoy vengo a ver", es todo un diagnóstico. ¿A quién está dirigido?

G.A.: A todo el mundo. Y al modelo de país. La idea es que no quedara claro, hablar de la confusión reinante, de qué se persigue con la celebración de logros de un modelo de país, de un modelo de crecimiento que anula otras cosas.

—Aquella otra La Trampa era también la desilusión de un modelo...

G.A.: Es que no estamos detrás de ningún modelo.

A.S.: Mientras la variable sea el consumo, estamos en el horno.

La Trampa y su saga en el tiempo.

La Trampa comenzó en 1991, como un intento de conjugar rock y tango impulsado por Garo Arakelian y Sergio Schellemberg. Con el tiempo, aquellas primeras intenciones fueron reemplazadas por un sonido rockero que, con el ingreso de Alejandro Spuntone como vocalista, coqueteaba con el heavy metal. Sus primeros discos fueron afianzándolos hasta que la edición (ya sin Schellemberg en la banda) de Caída Libre, los mostró maduros y con un cancionero que, además, conectó con el público: fueron la banda más popular de su tiempo. En esta versión 2017 están Carlos Rafols en el bajo, e Irvin Carballo en batería.

Foto: Difusión
Foto: Difusión
Postales: algunos de los momentos en la historia de La Trampa. Foto Pata Torres
Postales: algunos de los momentos en la historia de La Trampa. Foto Pata Torres
Postales: algunos de los momentos en la historia de La Trampa. Foto Pata Torres
Postales: algunos de los momentos en la historia de La Trampa. Foto Pata Torres
Postales: algunos de los momentos en la historia de La Trampa. Foto Pata Torres
Postales: algunos de los momentos en la historia de La Trampa. Foto Pata Torres
Postales: algunos de los momentos en la historia de La Trampa. Foto Pata Torres
Postales: algunos de los momentos en la historia de La Trampa. Foto Pata Torres

FOTOGALERÍAFERNÁN CISNERO

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