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"Trabajo todos los días de mi vida"

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"Mi casa es una biblioteca", bromea el novelista español. Foto: Difusión

Es uno de los invitados de lujo de esta 43° Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, donde ayer a las 20.00 presentó su nuevo libro, Falcó, editado por Alfaguara.

En él cultiva su género por excelencia, la novela histórica, que lo hizo muy famoso desde mediados de los años 90 con la saga del Capitán Alatriste.

"Mis novelas son falsamente históricas. Nunca hago novelas históricas para contar cómo eran antes las cosas. Las hago para contar cómo somos ahora. Utilizo la historia como truco, como recurso. Alatriste, o Falcó, explican la España de hoy", dice este hombre de habla rápida, elegante y de conceptos claros.

—¿Cómo cambió el mercado editorial desde su primera novela hasta hoy?

—Mucho. Se ha contraído. De mi novela La Reina del Sur se vendieron 600.000 ejemplares en un año. Ahora eso es imposible. Ahora vender 200.000 ya es un mega bestseller. El teléfono móvil lo ha liquidado. Y eso que la gente lee en el libro electrónico no es verdad: el libro electrónico no tiene importancia. El libro ha dejado de ser una necesidad para buena parte de la gente. Es triste pero es la vida, es así. El tiempo que le gente dedicaba a leer, hoy lo utiliza para ver qué mensajes ha tenido, y demás.

¿El Capitán Alatriste qué tiene de su temperamento?

—Bueno, todo personaje de una novela vive gracias al autor. Aunque nunca hay que buscar al autor en la novela, porque es literatura. Yo no soy Alatriste, ni tampoco Falcó, pero es cierto que ellos miran el mundo como yo lo miro. Yo les presto un cierto escepticismo.

—Todavía asombra, cuando se lee la saga de Alatriste, esa prosa que no es antigua ni actual. ¿Cómo logró aquello? Una prosa hecha desde el presente, con el lenguaje de ayer.

—Yo tenía un problema con Alatriste: no podía hacerlo con el lenguaje de aquella época porque hubiera sido arcaico. Ni tampoco con el lenguaje de hoy porque hubiera sido anacrónico. Tuve que inventar un lenguaje, con palabras antiguas y modernas. Una mezcla que funcionara, que tuviese la sonoridad del castellano antiguo, y al tiempo fuera eficaz como lengua moderna. Fue un trabajo complejo, por el cual me hicieron miembro de la Académico de la Lengua Española. Fue una técnica muy interesante.

—No se había hecho antes.

—No, no se había hecho. Uno cree que está leyendo el castellano antiguo, pero en realidad está leyendo el castellano moderno. Eso no fue algo casual. Demandó estudiar el vocabulario antiguo, en los textos de Calderón, Góngora, Lope. Y con todo eso saqué mis propios mecanismos narrativos.

—Usted también trabajó con mapas de época para armar sus novelas.

—Sí, a mí me gusta mucho jugar. Hay una parte infantil, o juvenil, en mi manera de abordar mis novelas. Y me divierto muchos sobre todo en la fase previa, cuando me documento. Uno con un mapa de época, descubre cómo veían el mundo ellos. Por ejemplo, cuando estaba escribiendo Un día de cólera, que es la lucha en Madrid contra Napoleón, leo que hubo muchos muertos en la calle de Toledo. Fui al mapa, y me di cuenta que esa calle está en pendiente. Comprendí que los caballos de los franceses atacaron a la gente que huía subiendo la cuesta. Era un lugar malo para escapar.

—¿Cuál es el libro que más le costó escribir?

—En cuanto a dificultad técnica, ese, Un día de cólera. Tiene 380 personajes, hombres reales, que combatieron ese día en la calle. Tuve que organizarlos a todos, armar la estructura, ver lo qué hacía cada uno en los distintos horarios del día. Y lo que no lo tenía, inventármelo. Un trabajo muy complejo, pero muy agradable.

—¿De las películas que han hecho sobre sus libros, cuál lo dejó más satisfecho?

El maestro de esgrima, fue la que más me gustó. Me han hecho varias: Alatriste está bien, la que hizo Roman Polanski sobre El club Dumas, que se llamó La novena puerta, está bien también. Pero El maestro de esgrima es la que más respeta el espíritu de la historia, donde más reconozco mi personaje. Y en Alatriste, Viggo Mortensen estuvo muy bien haciendo el protagónico, maravilloso, aunque la película es más irregular.

—Usted ha sido muy crítico de la política española durante la última crisis. ¿Hoy España salió del pozo? ¿Cómo ve desde hoy toda la movida aquella de los Indignados?

—Sí. Y como todos los movimientos políticos, han terminado en una clásica política más. Lo que era una esperanza para mucha gente, ha terminado siendo un grupo político más. Con las virtudes, y sobre todo con los vicios y defectos de la clase política española.

—¿Cómo es uno de sus días libres?

—No tengo días libres, trabajo todos los días de mi vida. Cuando no estoy viajando por trabajo, o no estoy navegando, trabajo desde las ocho de la mañana hasta las tres de la tarde, como cualquiera que va a la oficina. Yo soy un escritor profesional, soy un artista. Soy un tipo que cuenta historias, un artesano. Y eso se hace trabajando. Todo escritor serio es un escritor profesional. El artista ese rápido, que no visita la inspiración, eso no existe, es romanticismo. El escritor de verdad trabaja todos los días, sumando horas y páginas. Un trabajo de paciencia, de tiempo.

—¿Por qué la literatura náutica seduce tanto?

—El mar es aventura, historia, memoria, incertidumbre. El mar sigue siendo el tema más fascinante de todos los de la literatura. Además, soy marino, navego mucho a vela, paso mucho tiempo en mi velero, un velero lo bastante grande para vivir en él. El mar es fascinante porque todavía tiene misterios. En la tierra está todo descubierto, prácticamente todo explorado, todo es previsible. El mar es imprevisible. Allí todavía hay enigmas que jamás se han resuelto. El mar te puede matar aunque seas el mejor marino del mundo. No tiene piedad. Te da una sensación de inseguridad. El mar es el desafío.

—¿Y por dónde navega?

—Ahora por el Mediterráneo, que además es navegar por la memoria, por ánforas romanas y templos griegos. No en vano mi hija es arqueóloga, se dedica a sacar barcos hundidos. Ella navegó conmigo desde pequeña, se crió en ese ambiente. También he navegado por el Atlántico, un poco por el Pacífico. Pero mi mar es el Mediterráneo. Me siento muy mediterráneo. Mi patria es el Mediterráneo, como la suya. Cualquier uruguayo, argentino, latinoamericano, es mediterráneo. De ahí viene todo. De ahí venimos todos, es nuestra madre. Eso es lo que nos une. Todos nosotros tenemos en nuestra memoria genética esos atardeceres rojos, mármol, dioses, vid, olivo, Troya. Por eso los latinos tenemos esa facilidad para entendernos. Una lástima que el turismo esté destrozando el Mediterráneo: ningún mar del mundo ha producido tanta brillantez, tanta cultura. Mi admiración por el Mediterráneo no tiene límites. Navegar por él es navegar por mi cultura.

—¿Sin embargo fijó residencia en Madrid?

—Por la vida que llevo. Primero, como reportero, tenía que coger aviones. Y luego, cuando ya fui novelista, ya estaba allí, y tenía a mano las editoriales, los viajes. Era más cómodo. Si no, viviría junto al mar.

—¿Le gustaría que su vida diera un vuelco, o que siga igual?

—Mi vida ha dado muchos vuelcos ya. Este vuelco es el definitivo. Seguiré escribiendo y navegando hasta morir. Y el día que no pueda escribir, seguiré navegando. Y el día que no pueda navegar, seguiré leyendo.

—¿Cómo se ve a futuro?

—Muerto.

De la guerra a la biblioteca.

"Cuando hablo de violencia, no me lo han contado, lo he vivido", cuenta Pérez-Reverte, en referencia a sus muchos años como corresponsal de guerra, de donde vivió aventuras de primera mano, que luego plasmó en el campo de la ficción.

Pero el escritor advierte que los héroes literarios no son hoy como los de ayer. "Un héroe tiene que se original, y eso no es fácil. Hoy los héroes de corazón puro ya no existen, no se lo cree ningún chico de 12 años. Ahora las oscuridades son más patentes, y es necesario una mayor dosis de realidad", explica este artista, cuyos libros han llegado a 20 millones de lectores.

Otro de los pilares de la literatura de este autor son sus propias lecturas, y la investigación que hay detrás de sus novelas. "Mi casa es una biblioteca. Tengo unos 32.000 libros en mi biblioteca. No todos los he leído: algunos no los leeré nunca, pero están ahí. La gente cuando llega me pregunta si los he leído todos. Afortunadamente no. Una biblioteca es un proyecto de vida. Es también lo que uno leerá, o quiere leer. Sé que hay libros que jamás leeré, pero están ahí, me acompañan".

"Falcó": en una guerra sin etiquetas.

Lorenzo Falcó, espía y ex contrabandista de armas, es el protagonista de esta última novela de Pérez-Reverte, quien ha destacado por componer grandes aventureros en el mundo de la literatura. En esta novela de casi 300 páginas se entrelazan realidad y ficción, en el marco de los años 30 y 40. "España, y eso es muy latino también, es un país de etiquetas, es blanco o negro. Y este personaje se mueve por una Guerra Civil que no está dividida en buenos y malos. Donde todo el mundo hace cosas atroces, y cosas dignas", dice.

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"Mi casa es una biblioteca", bromea el novelista español. Foto: Difusión

ARTURO PEREZ-REVERTECARLOS REYES

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