Sobre las películas y las series que apuestan por (innecesarias) segundas partes.

No debe ser casualidad que parte de los nominados a los Razzie, premios que "reconocen" a lo peor del cine hollywoodense, sean secuelas: están Batman v Superman que aunque arranca una nueva historia, trae más de lo mismo (hay superhéroes por doquier); la segunda de Zoolander, la segunda de las nuevas Tortugas Ninja, la segunda de Día de la independencia o Alicia a través del espejo, que es la secuela de la Alicia en el país de las maravillas que protagonizan Johnny Depp y Mia Wasikowska.

Aunque económicamente sean redituables porque quienes se encariñan con los personajes o la historia van a ir por más, quizás sea una señal de lo difícil —incluso irreversible— que puede ser insistir con un mismo asunto con la intención de hacer un producto de calidad.

Con esto, la vuelta de Stranger Things me pone bastante nerviosa. Contra los pronósticos y los obstáculos que tuvieron que saltear hasta salir al aire, los hermanos Duffer hicieron una serie redondita, que no es de las que quitan el aliento pero que tampoco tiene fallas. En ocho capítulos resolvieron bien una historia de fantasía, y le dieron el mejor final posible. ¿Y ahora qué? Van a hacer una segunda temporada y no sólo eso: el personaje que técnicamente "muere" al final va a estar incluido en el elenco.

Lo mismo —disculpen los spoilers— va a pasar con la argentina El marginal, de lo mejor que vi en el año pasado (hagan caso, está en Netflix). ¿Negocio, desafío profesional o pura ambición es lo que lleva a los equipos a tomar estas decisiones? En estos tiempos de historias eternas, hay que saber decir que no a buen tiempo.

BELÉN FOURMENT

ACÁ Y ALLÁBELÉN FOURMENT