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Irreverencia que aún sigue vigente

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Talking Heads

La propia discoteca

Una columna dedicada a mostrar un canon personal de la música popular

Talking Heads
Talking Heads

Sin querer convertir esta columna en algo así como “efemérides de la música”, hace tres semanas se cumplieron 40 años del lanzamiento de uno de mis discos favoritos: Talking Heads: 77.

Considerados alguna vez punks neoyorquinos -aunque ya desde este que fue su primer disco quedaba claro que ese corsé le iba chico- siempre fue el proyecto de su cantante y compositor David Byrne. Está claro que Jerry Harrison, Tina Weymouth y Chris Frantz aportaban lo suyo y son parte de la trascendencia de la banda, pero este siempre fue el show de Byrne.

Y acá, como lo estaría por los 14 años que duró la banda, estaba iluminado. No sólo porque aporta uno de los clásicos de la historia del rock (“Psychokiller”, claro), sino porque todo el conjunto se maneja entre el art rock, el pop y una actitud intelectual y guitarrera que los separa del resto de sus cogeneracionales (aunque está bastante cerca de lo que hacía en Televisión: “New Feelings” podría ser una canción de Tom Verlaine). Byrne es uno de los grandes compositores de la historia de la música.

Y, aunque tenía 25 años, en 77 ya demostraba algo de eso. Las canciones pasan por distintos estados de ánimo, aunque el tono es siempre tirando a optimista. Hay algunos indicios de lo que luego haría con Brian Eno.

Las letras, como sería costumbre, empiezan a perfilar esa cierta decepción por las maneras de las sociedad que luego se acrecentaría.

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